Galileo

31 oct 2009

Cantos al pedestal

Canto mis alaridos
en una estrella a la que paso,
entre estelas de melancolía.

Todo va pasando en estos cantos amargos,
cuando reflexiono a tu oído lejano
las palabras que murmuran al día
los suspiros que transitan a ese olvido
que camina desde tu mirada esquiva.
¿Qué ganas al tenerme a este suspenso?
sin escurrirme al sueño y vivir a gotas de saliva.
El reloj marca la hora del infierno
desde el umbral extasiado: el inundado pasado.

Me saque los ojos para voltear a los tuyos,
aturdido por el dolor y a la nostalgia del color,
descubrí las manías del amor
con las lágrimas que se vierten desde dentro;
fui a reírme a tu encuentro,
y con el pecho destazado, fui a perder los lamentos.

¡Oh, estos reflejos ciegos!
vacíos a los umbrales perdidos.
Sabe Dios y Mefisto, que me fui a nadar al inframundo,
y en sus playas y costas encontré
los ojos que me arranque.
Los recogí al regocijo y con cuidado;
y masticando uno, entre sus pupilas,
vi una imagen gloriosa y vil:
era tu cuerpo desnudo y bermejo,
y era tu misma mirada distante
la que observaba el azul que despertaba en el suelo.
Me acerque temeroso y suavemente,
y con intrépido y especial cortejo,
te dedique mis palabras densas;
pero tú, sedentaria figura,
no te dignaste a voltear
mientras clavabas
mi último ojo en un pedestal.

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