Aunque sentí tus escamas y el olor de tu piel, quiero dilatar el paraíso. Quiero encender un cerillo. Primero pintarlo de violeta y luego el resplandor. Quiero la baja noche en tus pechos pero en ese entonces era de día y yo no veo bien con tanta luz. El caso es que quiero el ahogo de marinero, encender un cerillo para quemarme las yemas e ir a tu casa para acariciarte, para nunca dejarte huella alguna tal como tú quieres o piensas que así debe ser el vicio bonito. Sé que mis huellas volverán a trazarse luego de nuestra imagen, caminando juntos hacia distintos huecos de palabras. Esa es mi breve imagen del paraíso, salir de tu casa y encontrarme con el resplandor de las cuatro de la tarde, donde el sol nos vió sedantes para nunca volver a ocultarnos.
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