Las veces que la noche
nos repitió el alba,
aquellos cruceros
partidos
por amaneceres rasgados,
me hicieron
inclinar las páginas hacia ti;
comenzamos por albergar
el cuerpo rudo
que no nos pertenecía.
¿Y luego qué?
¿Decimos que ahora
somos nosotros?
Cargados de levadas horas,
hemos ido jugando
a lo que fueron.
Hoy he contado nuestra historia
y me he sentido porque
no recuerdo el tacto de tu mano,
tampoco tu olor. O el exacto
timbre de tu voz a niña mimada.
Tengo cosas breves,
sí:
he caminado la noche
en mi casa dejando lo
necesario: eres palabras.
Sabemos
cómo se erigió el mundo.
26 may 2016
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