Quizá en algún momento
todo lo que escribimos no
fue más que un sueño,
un espejo detenido en la
suavidad de algo bello,
de algo asombroso y a la vez
tremendo, devastador.
Quizá no,
nunca nos arrepentimos
de lo escrito, de las comas
mal usadas y las figuraciones
erróneas que hubiéramos visto
en una distinta equivocación.
Quizá no existimos ni valemos
ni estamos indistintamente dolidos,
solitarios; pero lo que sí
estamos, es abrumados,
mecánicamente abrumados
por no conseguir el suficiente
amor para volar,
ensoñando que estamos vivos,
escribiendo desde atrás.