Ese eco dispuesto de fuego
unas ramas con tu helado
manchado de ciudad;
mira que no tengo ya
una comilla más para poder
decir que en mi boca
suenan olas y cangrejos.
Helado de vainilla,
tu boca,
tus ojos
y luego esa danza con la que
dispones decir sobre la banqueta
que me gustas.